lunes, 28 de abril de 2014

Crónica de la carrera

Despertador a las 5h50. Con una cierta pereza, bajo a la cocina para desayunar un plato decente de pasta con tomate, el zumo de dos naranjas y un café con hielo.

Preparación: me pongo la malla azul bajo el pantalón e correr, los nuevos Medilast de compresión que parecen sentarle mejor que los Compresport a mis gemelos, y las nuevas Brooks Glycerin 11. Me cubro los pezones con gasas y esparadrapo. Pongo el dorsal torpemente a la camiseta de la maratón y la visto. Meto en la bolsa del guardarropa una muda de camiseta y una térmica y unos calcetines. También unas chanclas. Meto también cosas que utilizaré en carrera: gorra, cinturón porta-móvil, gafas de sol, botellitas de Glucosport, bote y sobres de gel frío, ungüento calentador, sobres de polvos energéticos y de recuperación, el cinturón de botellitas que me ha prestado Eduardo sumando medio litro de Isostar energía sabor naranja. También otro medio litro de agua. Prepara todo me ha llevado veinticinco minutos más de lo esperado. Salgo con la moto de casa a las 7h55’, apurado por el retraso. A las 8h20’ estoy aparcando en Atocha. No me dejan acercarme más.

Tras ponerme la crema para calentar los músculos de las piernas tiro cuesta arriba por Alfonso XII para buscar el guardarropa en el Retiro. Noto algo de carga en el periostio, pero intento relajarme para evitar mal rollo que lo empeore. Al dejar la bolsa en el guardarropa decido no llevar el cinturón de botellitas; sólo beberé lo que me den en los puestos. Me olvido de coger las gafas y de ponerme crema hidratante abajo. 

Sobre las 8h45’ arranco desde el Paseo de Coches para, trotando lentamente en dirección a la Bolsa y el Paseo del Prado, calentar previo a la carrera. Cuando llego busco el cajón, que encuentro sin dificultad, y el globo de 4h30’. No lo veo. Veo uno azul que dice 5h15’ unos cuarenta metros delante, y otro verde que dice 2h15’ treinta detrás. Hay muchos globos todos juntos, en ramilletes, pero no se lee lo que indican. Algo contrariado decido ir a mi ritmo, inicialmente 6h30’ por kilómetro independientemente de los globos.

Dan la salida y no he podido estirar nada. Me jode haber perdido 25’ en casa. A las 9h07’ paso por el arco de control de inicio; pongo el Suunto en marcha y me coloco los auriculares para que Runtastic me vaya diciendo el ritmo. Al final no me he creado una lista de canciones para la prueba, y hago que suene Casablanca 69, una colección de música de los 70 que preparé para una fiesta de viejos y buenos amigos con mas de 60 temas.

Es una delicia correr por la Castellana a esta hora, rodeado de tanta gente. Hay muchísimo extranjero, tanto corriendo como animando, y mucho corredor de fuera de Madrid. Muchos llevan sus camisetas de club, sus camisetas solidarias o personalizadas con nombres o mensajes. Hay gente de todas las edades y muchos grupos de pocas unidades. Nadie a mi alrededor quiere pasarse de ritmo, los adelantamientos son muy suaves.

Runtastic me dice que he recorrido el primer kilómetro en 6’30”. Como lo he arrancado unos cien metros antes del arco, el tiempo andando no debería contar. Voy más rápido de mi objetivo. A los dos kilómetros me dice que el el ritmo es de 6’4”, lo que confirma que voy casi 30” más rápido sobre plan. Pero voy a gusto, ninguna molestia, cómodo; me dejo llevar a continuar en este ritmo pensando que tal vez lo que ahorre ahora pueda usarlo después. Llegamos a las cuatro nuevas torres al final de la Castellana y todo fluye.

Volvemos a Plaza de Castilla y allí hay gran cantidad de público animando, es fantástico. Torcemos por Bravo Murillo y Runtastic me dice que estoy bajando de 5’50”/km. Aunque hago por suavizar la marcha, el cuerpo me dice que va todo muy bien. Tomo líquido antes de Cuatro Caminos igual que hiciera antes a la subida por Plaza de Castilla. A sorbos, bebo unos 150 ml de cada botella sin aflojar mucho el ritmo. Disfruto al ver que no me entra flato.

Torcemos por Raimundo Fernandez Villaverde. Todo el mundo va fresco; hay mucha energía ‘contenida’ alrededor. Noto esa contención que en parte se me contagia para volver a mi ritmo de 6’ mientras cruzamos el paso elevado de Nuevos Ministerios y subimos a la plaza de la República Argentina. De ahí, descendemos hasta coger Lopez de Hoyos y cubrir el kilómetro 13. En el 14 le pido a las asistencias en patines un poco de vaselina para evitar rozamientos entre muslos. Al colocármela, sin dejar de correr, me da un pequeño tirón en los pectorales. Aunque preocupado por ello, pienso que desaparecerá - cosa que hace al cabo de un par de kilómetros.

Ascendemos por Serrano para buscar el puente de Ruben Darío sobre la Castellana. Ahí justo se separan los de la media maratón, los de la camiseta verde. Dos grandes lenguas de corredores se separan de muy buen humor, y los de la negra cruzamos para coger Almagro, Alonso Martínez y ascender por Santa Engracia. Sabiendo que suelo sufrir en esta distancia tomo un Glucosport justo antes de la hidratación en Iglesia. Pasamos el 18 y voy muy bien. Tengo en la mente que hasta Sol esperaba que fuera un paseo. Cruzamos Quevedo y bajamos San Bernardo para subir por Gran Vía. Noto un poco de dolor en el hombro derecho. Me jode recordar lo estúpido que fui permitiendo que la fisio me estrujara los trapecios el miércoles. Le dije que tuviera cuidado con mi hernia cervical, pero de nuevo compruebo que les es imposible no amasarte los hombros en cuanto les dejas hacer.

Llegamos a Sol por el empedrado de Preciados. El ambiente es magnífico y disfruto de esta entrada majestuosa bajo el arco del km.19. Cogemos por Mayor para ir hacia la Catedral. El cuadriceps izquierdo me da un aviso. Confío que no sea nada.

Pasamos por delante del Palacio Real, el Senado y enfilamos hacia Ferraz. La subida es muy sencilla y arriba nos esperan los plátanos. Tomo un par de deliciosas mitades y un poco de isotónico y agua. Aunque se pierde algo de tiempo en el proceso, me maravilla ver que lo hago sin complicaciones. Tengo pequeñas molestias por hombro y piernas, pero me alegro por completar la media maratón en poco más de 2h6’; estoy en el plan. 

Bajamos por Rosales para tomar la cuesta abajo de Pintor Moret. A las molestias previas, que se han agravado un poco en el cuadriceps, se suma un mal rollo en el gluteo derecho. No me gustan nada las bajadas pronunciadas, y la del Parque del Oeste que precede a la entrada a la Avenida de Valladolid me ha fastidiado más de la cuenta. Lo acuso durante todo el recorrido por la avenida y el Paseo de la Florida; voy buscando las líneas rectas, las sombras, molesto. Cuando salgo de la Glorieta de San Vicente me descubro una gran rampa abajo que precede a la entrada a la Casa de Campo. Al fondo están entregando geles de Powerbar. Debo coger dos, porque sé que voy escaso de estimulantes. Bajo malamente, el gluteo me está dañando psíquicamente. Sólo cojo un gel, tonto me acuso. 

Cuando entro en la Casa de Campo empiezo a notar que las plantas de ambos pies y muy especialmente la parte anterior del izquierdo van muy mal. Sin embargo aun puedo adelantar a otros corredores y ello me hace esperanzarme de poder continuar si me relajo bajando el ritmo. Sigo corriendo rodeando el Lago. Cada pequeño resalte de asfalto sin conservación de la carretera se me hace insoportable. Los dedos del pié derecho duelen, mucho. Paso el kilómetro 28 y los soleos y tendones de Aquiles, repentinamente se suman a un coro de dolores musculares en ambas piernas. Aguanto bajando mucho el ritmo pero estoy muy mal. Un corredor a mi lado - Jaime dice su camiseta - se para y le dice a los que le animan que se le ha subido un gemelo y que se ha terminado. No sé porque pero yo también me paro. Acabamos de pasar el cartel del 29 y me acerco torpe a un árbol para estirar un poco. Apenas puedo coger mi pié izquierdo para tirar del cuadriceps. Vuelvo, ando y corro intermitentemente, desesperadamente. Salimos de la Casa de Campo, y me jode ver que no estoy recuperando. Intento correr cuesta abajo por la Avenida de Portugal y no soy capaz. Tomo agua e intento relajarme mientras ando lo más rápido que me permiten los dolores. Voy claramente descompensado: cuadriceps y hombro izquierdo y cadera/gluteo derecho, ambos abductores a la altura de la pantorrilla, y los pies gimiendo. Maldigo el momento que decidí usar las plantillas antiguas, pero me rio al ver que las tibias están nuevas y que la espalda no me duele. Lo que me ha apartado de los entrenamientos los últimos días hoy se abstiene de dar guerra, jajaja.

Al cruzar el Puente de Segovia leo un cartel que agitan unos abuelos jóvenes y unos niños muy guapetes: “Arriba, Sigue Papi, Eres un crack”. No se porqué un mensaje tan simple me hace llorar. Llorar de verdad. Corto las lágrimas mientras me esfuerzo por andar lo más rápido que puedo.

Arranco a correr nuevamente por el Paseo de la Ermita del Santo, justo tras el cartel del kilómetro 31.  Desgraciadamente es un espejismo, debo volver a caminar antes del 32. Antes de cruzar el puente de San Isidro hay una tienda de asistencia y están extendiendo crema a un corredor. Pienso que es algo frío y pido que me apliquen al cuadriceps. Resulta ser vaselina. No veo ya más que dolor. Me olvido de hacer el homenaje que quería rendir al estadio del Atlético en nombre de mi amigo Enrique. Me olvido de disfrutar del nuevo aspecto del Manzanares; de hecho, olvido todo lo que no sea yo mismo.

Desde aquí al Price, en el Paseo de Embajadores, todo es un mal sueño - extrañamente corto, ahora mismo - donde se mezcla el dolor, la rabia con lágrimas, el deseo de llegar ya a Atocha, de intentar correr más de diez pasos seguidos, de ver otros que como yo se arrastran para terminar y otros más que van a su ritmo, lento y esforzado, envidiable. Llevo ya casi cuatro horas y no veo el final. Empiezo a pensar que me va a pillar el coche escoba, y no quiero y me tenso más. 

Frente al renovado circo estiro lo que puedo, pero no mejoro nada. Continuo andando cada vez más despacio, y atravieso Atocha. Busco desesperadamente asistencias, tiendas donde me puedan aplicar algo para mitigar el sufrimiento, pero ya no hay nada. Deben estar con la masa de corredores adelante. Pienso que me voy a romper, mientras veo pasar a cámara lenta los edificios frente al Museo del Prado. Y de repente me doy cuenta que no podré llegar a Goya, que es absurdo seguir como voy. Así que en Neptuno tiro la toalla. Con rabia, llorando, salgo del Paseo y subo para intentar llegar a meta. Sólo pienso en recoger mis cosas del guardarropa, así de simple.

En este camino no hay corredores. Me siento extraño. Debo estar peor de lo que pienso, porque me descubro andando erráticamente más de una vez. No puedo andar pero tampoco parar. Sin saber cómo he llegado al Estanque del Retiro. El dolor de piernas se ha escondido, ahora me duele el pecho y tengo un intenso hormigueo en los dedos de las manos. Me preocupa pensar que puedo estar sufriendo un ataque o un golpe de calor.

Llego a la recta de meta y veo que allí están separando corredores sin dorsal. Pregunto a uno de seguridad si puedo entrar por ahí. Tras mirar y ver que llevo camiseta, dorsal, y muy mala cara - supongo, me dice que sí, que pase. Andando atravieso la meta: 4h55’ dice el crono oficial. Me dan un Powerade que bebo de un sólo trago y le pregunto a uno del Samur si debo preocuparme por el dolor en el pecho y el hormigueo. Me dice que no, que vaya donde los fisios. Recojo más agua, una bolsa de provisiones y un plátano  que me como antes de que se enfríe. Me preguntan si quiero una foto y contesto que no la merezco. Me dan la medalla conmemorativa, y en ese momento me juro que no presumiré de ella ni usaré la camiseta mientras no tome revancha y termine un Mapoma realmente.

Me arrastro a los fisios. Veo una cola enorme y sé que no podré mantenerme en espera. Milagrosamente aparece Álvaro, el podólogo del Mapoma, y le llamo y le digo que me ayude, que me caigo sin remedio. Me recoge y me ayuda a entrar. No puedo usar las piernas más que para dar pequeños pasos adelante. Intentan subirme a una camilla pero no puedo así que me llevan al césped de atrás donde intentan restablecerme con hielo y elevando las piernas. Tengo un frío tremendo. Álvaro decide que me trasladen a las tiendas del Samur, así que vienen con una silla de ruedas y una manta y me sacan de allí. En el camino veo a mis hijos Marta y Pablo, a los que no esperaba. Me alegro infinitamente, mientras veo sus caras de asombro y preocupación.

Por no alargar el final, diré que me tratan perfectamente: entre Samur y fisios consiguen que pueda volver a (mal)andar. Una silla me deja en la puerta de Torre de Valencia, con Pablo, y tras una larga espera Marta nos recoge con el coche. Ha sido un orgullo verlos allí, son grandes. Pablo me anima aunque no hable; es así, sólo con tenerlo cerca me hacer sentir bien. Me ayuda con todo y se muestra curioso con todo lo que pasa. Nos hemos quedado sin batería en el móvil y lo resuelve sencillamente para que podamos decirle a Marta dónde esperamos. Y Marta llega, siempre llega, con su gran carácter, sin fallos. Y francamente me siento reconfortado con ellos en la rabia del esfuerzo fallido.

Me he sentido muy muy mal. Álvaro dice que he podido tener algún problema de minerales (magnesio o potasio), y yo creo que además se ha sumado una mala elección de plantillas y la sombra del Muro ha hecho el resto. Se que volveré, espero que habré aprendido una lección.

Fallé

Esta primera vez la Marathon ha podido conmigo. En el kilómetro 38 he abandonado, después de nueve kilómetros de infierno. He llorado. Volveré para intentar vencerla.

Miro atrás y veo muchos errores. Probablemente no los vea todos, pero si anotar los que reconozco me puede ayudar con mi futura revancha, me pongo a ello con intensidad.

Lo primero de todo, he subestimado la dureza de esta carrera. En lo íntimo, he estado siempre convencido que sería fácil terminar de cualquier forma, en cualquier tiempo, si lo intentaba. Y no es cierto ya para mi. Los deseos no te llevan corriendo 42 kilómetros. El sufrimiento de los entrenos me debería haber enseñado mucho más. Ahora recuerdo el intenso dolor de aquellos 88 en los que no podía de ninguna forma mantenerme en la bicicleta, y veo que lo he olvidado estúpida y negligentemente.

Me acuso: he sido complaciente conmigo mismo. No he sabido alcanzar un peso que diera garantías, me he dejado llevar por el hambre y la gula y he mantenido un peso constante entre cuatro y seis kilos por encima de lo deseable. Además, me he ido dejando llevar en las últimas semanas y me he perdonado lo más doloroso de los entrenamientos, con la excusa (difícilmente reprochable) de las lesiones o por los comentarios de gente del grupo con el que entreno. En estos defectos no me reconozco, no suelen formar parte de mi carácter, si bien es cierto que nunca había emprendido una meta que requiriera de tanto esfuerzo de adaptación y sufrimiento durante meses.

Segundo, he improvisado en las últimas semanas, los últimos días, en las últimas horas, en los minutos finales. Es un error típico de mi carácter. A veces funciona y es una maravillosa sensación de adaptación. Pero cuando lo que está en juego tiene grandes riesgos, es una estupidez. El caso más sangrante de improvisación, uno de los principales causantes del fallo ayer, es la decisión de qué plantillas usar el día de la carrera. Ante la imposibilidad de tener mis últimas plantillas corregidas en tiempo, calcé las antiguas, sin recuerdo de si me iban bien o mal, sin la seguridad de recordar porqué motivo dejé de usarlas. Hay otras decisiones tomadas a última hora que me han perjudicado enormemente:

- Cambiar el plan de ruta en base a sensaciones de último momento. Los días previos tenía decidido correr la primera media carrera a un ritmo de 6’30”/km. Sobre la marcha cambié mi propio plan y los hice en 6’/km.
- Cambiar las medias de correr por unas de compresión de Medilast adquiridas la tarde anterior a la carrera. No puedo saber la parte de responsabilidad, pero la incomodidad en los tendones de Aquiles notada tras el kilometro 29 pueden tener relación con ese cambio.
- Usar unas zapatillas que tan sólo tenían 15 kilómetros de uso. Pese a ser un modelo nuevo de mi zapatilla preferida, la Brooks Glycerin, es posible que mis pies no se hayan sentido cómodos por este cambio también.

Tercero, he seguido un plan de entrenamiento que no me ha ido bien, y no he sabido tomar las decisiones acertadas en su momento para corregirlo. El porqué no me ha ido bien se refleja en varios aspectos:

- No he disfrutado de salir a entrenar. Los ritmos eran tan altos para mi que hacían muy duro completar con éxito los objetivos. Correr sólo ha hecho más duro si cabe el asunto.
- Me he lesionado por sobrecarga. La periostitis que he sufrido - por primera vez en la pierna derecha - tienen más que ver con una sobrecarga muscular que con un defecto plantar. He debido interrumpir los entrenamientos en dos periodos, el primero de 10 días y el segundo de casi veinte.

Sin duda, la elección inicial del objetivo ha sido equivocada por mi parte. Plantear terminar en cuatro horas ha sido otra estupidez. La regla de que el tiempo objetivo debería ser el doble del que tengas en la media más 10-20 minutos puede ser cierta para muchos, pero no para un tío de mi edad que lleva dos años sin correr una media maratón exigente y su primera es el sube y baja del Mapoma. Mi objetivo debieran haber sido 4h30’ o 5h para ser mi primera.

Pero es que además hasta ayer no había pasado de correr 21km o 2 horas. Y como se ha demostrado en los entrenamientos, me he arrugado cuando se trataba de sufrir. No podía esperar que el ambiente el día de la marathon me llevara en volandas.

Cuarto, no he sabido/podido recuperarme de las lesiones. Durante la carrera han aparecido lesiones que creía olvidadas. Sin embargo, no he sufrido de ninguno de los tibiares, ni de la espalda, mis últimas dolencias. Quizás han quedado ocultas por el intenso dolor en el cuadriceps izquierdo o el glúteo derecho, los abductores o el hombro y trapecio derecho. Todas ellas son lesiones antiguas, semiolvidadas o relegadas negligentemente, que han elegido el momento de mayor sufrimiento para reaparecer. ¿Se hubieran mostrado si mi preparación y mi equipamiento hubieran sido los adecuados? esto es algo que hoy no puedo contestar.

Quinto, no he sabido ilusionar a mi familia y amigos y sumarlos a mi proyecto. He querido ser yo mismo, humilde, autosuficiente, heroico...pero también estúpido y egoísta. Porque ahora que reflexiono, no he contado con esos ánimos que te hacen correr otros tres kilómetros, o con el apoyo de mi hijo, con el que inicialmente soñaba recorrer 10 kilómetros en el entorno del Muro, o con la complicidad de algún buen amigo que quisiera embarcarse en este mismo proyecto. Pienso mientras escribo, que es probable que esto debiera estar en segunda posición por importancia, sólo precedido por los errores de improvisación.



Tengo intención de volver a intentarlo, pero ahora no aseguro que alguna vez llegue a conseguirlo. Y esto no lo digo por humildad, sino porque no creo que sea capaz de poner la intensidad que yo requiero - por edad, condición y estado ruinoso del aparato trotador - para preparar con garantías una prueba de esta magnitud.

lunes, 10 de marzo de 2014

Semana de aúpa a la vista...

Si ayer fue una media maratón, esta semana se entrenará lunes y martes, jueves y viernes. Y el domingo, carrera de 10km de Paracuellos. Pero además es que no van a ser días de pasear!
Bueno, uno por uno.

Pensaba ayer que esta mañana me levantaría tan jodido que me iba a costar una enormidad salir a correr una hora a ritmo de 5'30". Sin embargo ayer me hidraté la entrepierna tan en profundidad, con generosas cantidades de cremas, que hoy estaba nuevo. Y no sé si sería por la mañana tan estupenda, estaba deseando ponerme las 'cositas' y echarme a la calle. Así que a eso de las 12:00 me he abandonado, me he puesto el mono de corredor y he salido.

Siendo hoy el dia después de una media, no se ha dado mal.
El primer medio kilómetro y los últimos cinco minutos han costado algo más. No me he arredrado y he tirado al camino que rodea Colonia por la Estación y he subido por la Avenida de Torrelodones como un campeón. Luego he rodeado el pueblo por abajo y me he plantado con el tiempo justísimo al lado de casa.


Runtastic dice que he corrido bien (10,7 km  a 5'39"/km promedio) y yo me he sentido mejor salvo por espalda y pezones. Para terminar, he estirado tranquila pero intensamente. La semana viene dura y no debo saltarme lo importante.

Media Maratón Universitaria cumplida

Vaya semanita! El tiempo se ha dado la vuelta, se ha olvidado de echarnos lluvia, viento y frio y nos ha traído una semana de sol y calor, cielos despejados, azules y brillantes. El miércoles todo olía a hierba y flores, a primavera. No se cuanto durará y no me importa, es la sencilla y alegre celebración de la vida y por efímera que pueda ser, es maravillosa.

Resumiendo, la semana ha sido muy completa. Inicialmente, se podía pensar que era una semana suave, de transición, que debería ser preparatoria de la media maratón del domingo en la Ciudad Universitaria (la Complutense de Madrid).

Datos del pinchazo de rendimiento aquí
Así, el martes tocaba un serie de cuatro repeticiones de dos minutos fuertes seguidos de tres suaves. Inicialmente me parecía algo muy sencillo, más aun después de lo bien que había entrenado el domingo anterior.

Salí a las 13 horas, nublado, 10ºC de temperatura, dirección a la Colonia para, sin descender demasiado ir a coger el viaducto sobre la A6 de La Berzosilla y volver por la vía de servicio. La idea era que Runtastic me avisara del tiempo cada 5 minutos (sólo tiempo, información mínima para no sufrir estrés) y que allá donde tocara realizar la repetición de forma aproximada. Fue un desastre: la primera repetición ya me dejó claro que estaba muy poco fino, y las otras tres fueron un calco o mucho peor: creo que hice algo así como 40" fuertes y  4'20" suaves en cada iteración. A los 55 minutos estaba de vuelta en casa para estirar, apesadumbrado por un malísimo rendimiento.

El GPS está impreciso! Yo sólo he corrido
por calles y caminos!
El miércoles bajé a media hora de fisioterapia en Beyer. Como la espalda me seguía jodiendo, tuve que pedir que me la trabajaran en vez de hacer una descarga de piernas que hubiera sido genial.

El jueves tocaba carrera continua de 1h10'. Día ideal, perfecto, sublime. No quiero sufrir, así que elijo un itinerario de paseo, con pocas cuestas y cortas, que son las que más me gustan. Me sale de nuevo rana, es decir, muy malas sensaciones, muy cansado y con gran sufrimiento. De hecho lo dejo a la hora y cinco. Luego veré que el ritmo medio ha sido correcto (5'30"/km) lo cual me dejará algo más tranquilo dentro de lo jodido que me sentí a la tarde.


El sábado tocan 25' de calentamiento y cuatro progresiones de 80-100m. Es decir, un paseo para dejar las piernas listas para el domingo. Salgo a las 9h y claro, como no puede ser de otra manera, lo disfruto. Antes de dormir lo dejo todo listo para salir de casa a la mañana siguiente listo para la carrera. Sin embargo esa noche duermo poco y mal; incluso tengo algunas pesadillas. Es como si la cabeza me dijera que no iba a poder correr la media maratón, que todo iba a ser un fracaso.

Llega al fin el domingo de carrera. Desayuno a las 7:30 una naranja y un plátano con medio litro de agua. A las 8:50 am estoy aparcando en la Facultad de Medicina, listo para calentar. Me quedo con la camiseta de entrenamiento del Mapoma (la Adidas azul a la que le he puesto el dorsal con imperdibles), pantalones cortos negros, medias de semi-compresión altas de Nike y las NB 1880 v3. Troto algo así como un kilómetro, hago ejercicios de movilidad y me bajo a descargar a las cabinas junto a la pista de baloncesto que están usando para ropero. La cola es pesada y me quedo bien frío. Cuando termino apenas quedan cuatro minutos para la salida. Subo por Juan de Herrera, frente a la Escuela de Arquitectura, intentando re-calentar un poco. Cuando llego a la plaza, el punto de salida, inicio un breve estiramiento. A mi espalda han dado la salida. Despacio, vamos pasando todos por el embudo previo a la pancarta y alfombra de control.

Arranco el Runtastic, arranco el Suunto y empiezo a correr. De repente me doy cuenta que no se si he pasado por un lateral de la alfombrilla y si me habrá detectado el sensor. Doy la vuelta y me obligo a pisar la alfombra. He perdido veinte segundos tontos.

Los primeros dos kilómetros me parecen eternos. Voy despacio pero voy adelantando muchísima gente. De lado a lado, milagrosamente sin fastidiar a nadie, me hago paso. Estoy ya en Paraninfo. Ni sé ni quiero saber a qué ritmo voy. Me parece que estoy rodando bien. Doy la vuelta a toda la zona de Medicina y enfilamos la Avenida Complutense de vuelta al polideportivo. Desciendo por la Calle Obispo Trejo, frente al CM Cisneros, a buen ritmo para inmediatamente ascender y terminar la primera vuelta. Me encuentro francamente bien.

La segunda vuelta es también buena. Ya ha clareado mucho la carrera, se puede correr muy bien. Paso por el punto de hidratación del comienzo de la Avda Complutense y me obligo a beber. Me sienta como un tiro (este va a ser un problema del día de la maratón!). De repente, ya bajando por Obispo Trejo, la cabeza empieza a traicionarme. Aun así completo la vuelta por la calle interior del poli (Estadio Nacional de Rugby, o Campo Central, qué recuerdos!) y vuelvo a descender iniciando la tercera vuelta.

Circuito "La Carrera para Todos".
Media Maratón Universitaria 2014. Detalle aquí.
Comienza el sufrimiento, que apenas me dará tregua en los últimos siete kilómetros. Empiezo a ser adelantado por corredores a los que se les nota que van bien, que se han reservado. Me pregunto si estaré bajando el ritmo, pero devuelvo los adelantamientos en todas las cuestas arriba. Me da buen rollo ver que en esto de escalar estoy bien preparado. Llego a la parte alta del circuito (final de Paraninfo) y me quiero consolar pensando que ya todo es cuesta abajo. Me están fastidiando las plantas de los pies. Me doy cuenta que llevo las medias recogidas abajo. No me estoy aprovechando de la compresión. Tengo la tentación de pararme y subirlas pero lo descarto. Me adelanta alguna persona que reconozco del grupo de entrenamiento de los domingos. Lucho. Estoy ya en Complutense y el sufrimiento me parece odioso, ininteligible. Sólo me quedan tres kilómetros y no pienso pararme. Me obligo a volver a beber.

La bajada final por Obispo Trejo es algo lenta. Escucho la megafonía dentro del estadio como alienta los últimos metros y me infunde bastante ánimo. Me adelantan unos cuantos más. La subida (sólo queda kilómetro y medio!) se me hace dura, pero sé que llego. Me alcanza alguna tentación de dejar de correr... qué traicionera es la jodida cabeza. Pero de repente estoy ya entrando en la pista de atletismo. Cuatrocientos metros. Me arrastro hasta la recta de llegada y ahí hago una progresión final incomprensible. Magnífico, he acabado. Quiero trotar pero no puedo; camino lastimosamente a recoger mi bolsa de hidratación.

Al rato me doy cuenta que he vuelto a hacer lo de tantas carreras: no he parado ni el Suunto ni el Runtastic cuando debía. El Suunto marca 1h 53'. Calculando, pienso que he debido acabar en 1h49' lo cual me parece un gran resultado. Durante todo el camino no he mirado el reloj más allá de dos veces y realmente no tenía idea de cómo estaba corriendo. Miro el Runtastic y veo unos ritmos por kilómetro que me parecen alucinantes. Me dice que realmente he corrido (mas andado hasta que lo paro) 21,7 km y que muchos de ellos los he corrido por debajo de 5'/km. Me duelen los pies, tengo rozaduras en las entrepiernas y me duelen y sangran los pezones, pero estoy muy satisfecho.

Estiro bien allí mismo, en el césped de las pistas, rodeado de corredores, disfrutando el minuto. Me lo he merecido.

Lo que queda del día es una continuación de todo lo anterior, dolor y satisfacción. Habría mucho que contar de este gran día, pero eso serían otras historias.

Analizando Runtastic por la tarde veo que la precisión del GPS no es buena. Pero eso no quita que los ritmos han sido muy buenos y además constantes: incluso en los momentos de sufrimiento los kilómetros iban cayendo sin resentirse el crono. Creo que estoy aprendiendo algunas buenas lecciones para saber interpretar mi cuerpo. Aun con todo, creo que he sufrido demasiado para ser solo una media maratón...me da algo de miedo saber que en seis semanas deberé correr el doble.

Nota final: Se han publicado los tiempos oficiales y me dan un tiempo neto de 1h 51' 43". He entrado el 135 de mi categoría (Veteranos C, Hombres).

lunes, 3 de marzo de 2014

Cerrando una semana de carga

Domingo 2 de marzo. No llueve y el tiempo tiene pinta de abrir. Aparezco pronto en el Polideportivo José María Cagigal.

Recojo dorsal para la Media Universiaria y planes para las 8 semanas que siguen.

Chema se ha olvidado los papeles, así que re-repasa conceptos de los carbohidratos y azúcares y vuelve a prometer que el próximo día hablaremos de los lípidos y de muchas otras cosas que a buen seguro no tendrá tiempo antes de la maratón. No pasa nada, lo simpático es escucharle y si de paso se aprende un poquito, cojonudo. Hoy he aprendido que la pasta es mucho mejor 'al dente' porque así el cuerpo la transforma más lentamente en azúcares. También aprendo que el arroz y la zanahoria, pese a ser buenos para el deportista, tienen un indice glucémico muy alto, por lo que cuidado con los atracones.

Félix anuncia que tocan series de 200m, y repasa conceptos para las dos próximas citas dominicales: Media Maratón Universitaria, y 10km de Paracuellos. Esther toma la palabra avisa que los fisios son los mejores amigos en estas fechas tan próximas al Mapoma (o RnR Madrid, como se llama ahora). Mientras hacemos los ejercicios de movilidad, y con la escusa de ser fecha de Carnaval,  Chema nos ameniza con un revival de los años 70 en moda maratoniana. Es un tipo realmente simpático.

Corremos los 25' clásicos antes de parar para las series. Me encuentro bien y el día se ha abierto. Me quedo con sólo la camiseta azul de Adidas-Mapoma y el trapo de los 88 de Mammooth al cuello.

Las 4x4 de 200m se me pasan en un suspiro. Las hemos hecho a una velocidad de 42", sobre asfalto porque los caminos están muy embarrados. La espalda me ha molestado en los arranques entre series (1'30" de descanso que algo frio te dejan), pero las piernas han funcionado perfectamente. Cerramos con 20' de carrera tranquila.

Estiro bien pero no hago abdominales. Cómo desearía que el dolor de la espalda desapareciera mágicamente!.

Vuelvo a casa para practicar con el arroz negro. Esta vez la cosa se complica u poco más: he conseguido pegar el arroz, pero los sabios consejos de Esther evitan una tragedia y el resultado es finalmente bien apreciado por la prole. La siesta del domingo es inevitable.

Ciclogénesis a mi!?

Sábado 1 de marzo. El tiempo está jodido. Todas las páginas consultadas dan lluvia toda la mañana, algo menos fuerte entre las 8 y las 10 am. Debo correr 1h20' a buen ritmo (5'40"/km).

Me levanto poco antes de las 9 y me asomo a la ventana para descubrir que la predicción se cumple. Hay una leve llovizna y todo está mojado. Me debato entre usar o no chubasquero (recuerdo el dicho de que uno se moja más por dentro que por fuera) y cuando finalmente decido que me lo pondré, son las 10 de la mañana y como era de esperar ahora es lluvia lo que cae.

Sin ninguna pereza, con la capucha bien amarrada, pantalones cortos y dos capas mas el chubasquero, y mis Glycerin viejas, hago unos ejercicios de movilidad (los de siempre) y me lanzo a la calle. Llueve pero llevo buen rollo. Lo mismo hasta me empieza a gustar empaparme.

No llevo el Runtastic; total, no iba a leer el trayecto si lo meto bajo el chubasquero!. No llevo música por tanto. Tampoco llevo el Suunto puesto; se me ha jodido la correa y aunque he comprado un repuesto por Amazon (16 euritos pero sin portes por el Prime) no llegará hasta el día 5. Me he metido el reloj sin correa en un bolsillo y lo sacaré de vez en cuando para ver el progreso.

Tiro por la Avenida de La Dehesa hacia el Polideportivo, salgo a la vía de servicio de la A6 en dirección al puente peatonal junto a La Berzosilla. Cruzo este puente y pienso cómo sería que se rompiera un día de estos y me pillara en medio. Tengo que tomar un video de este paso, sobrecoge!.

Al bajar a la Colonia decido llegar hasta el extremo norte (tras la Casa Verde) pero no bajar hasta la carretera de Galapagar, sino volverme hacia el Club Social sin perder demasiada altura que me haga luego tener que escalar en la vuelta al Pueblo. Aun así, el desnivel por las avenidas de Pradogrande y Torrelodones se me hace duro.

Ya en la vía de servicio bajando al Pueblo miro el reloj. Llevo sólo 40 minutos de recorrido; es decir, me quedan otros 40. Por un lado jode la noticia, pero por otro estimo que llevo un buen ritmo y eso me anima.

Callejeo por todas partes. Voy estirando el trazado urbano del pueblo para sacar ese tiempo que necesito y cumplir. Miro un par de veces más el reloj y llegados al objetivo cierro el entreno estando ya cerca de casa. Me queda trotar unos 500 m para volver a reposo. Finalizo con una progresión; me empieza a gustar hacer esto para cerrar.

Estiro. Me pega otro latigazo en la espalda que me hace pensar que los fisios no arreglan nada en una sola sesión y que tal vez debiera parar una semana para recuperarme del dolor. Lo descarto. Después de ducharme toca pastillazo: me calzo un Ibuprofeno de 400 para la espalda y dos tabletas de sulfato de condritilamina con las que arranco los tres meses que deberé tomarlas para mi artritis crónica de la rodilla izquierda. En definitiva, esto de hacer deporte no es tan sano como lo pintamos.

Poco a poco

Jueves 27 de febrero, el tiempo sigue siendo excelente para correr, aunque yo lo prefiero algo más cálido y sin tener que llevar tanta capa encima. Debo correr 4km en 20 min, precedidos por 25' e calentamiento y finalizando con 15' de continua.

Ayer miércoles fui a mi sesión de fisio en Beyer y le pedí que me reparara un poco la espalda. Pese a realizar un buen trabajo, el día después no pueden esperarse milagros (o si?).

Decido no hacer nada raro y dar una vuela al pueblo, con alguna floritura para ir encajando los minutos. Los primeros kilómetros caen fáciles. De hecho, me sorprende ver que ya voy con buen ritmo (subjetivo, porque he configurado Runtastic para que me diga sólo la distancia recorrida cada 4 km, con un bip sonoro cada km) ya desde los primeros 500m. Transcurridos 25' desde la salida subo el ritmo. Me ha cogido al comienzo de la senda que sale de la Avenida de la Dehesa a la charca de los tritones. Se que el primer kilómetro y medio será algo mas lento de los 5'/km pero no me preocupa, ya recuperaré.
Hoy 20'40" del km 4 al 8.  Lento pero satisfecho. Aquí más.

La bajada por la vía de servicio es rápida. Casi me como a unos escolares que están subiéndose al autobús en la parada del puente. Luego me toca callejear. Los kilómetros se me hacen largos (esos bip! se habrá jodido Runtastic!?) pero finalmente llega el aviso de 8 km completados que finaliza con la parte dura del entreno. Corro otros 2,5 km a un ritmo muy tranquilo para recuperar.

Llegado a casa hago un par de progresiones en el aparcamiento de Montelar, para dejar las piernas algo descansadas. Estiro en el porche y a la ducha.

Runtastic me dice que he recorrido esos 4 km en 20'40". No me fastidia no haber alcanzado el objetivo.