El título es una frase que he escuchado a un corredor en el entrenamiento del Mapoma. Supongo que iba dirigida a un compañero sin experiencia previa en maratones.
Lo de hoy domingo lo sospechaba. Ayer debí tener más cabeza.
A las 9:55 me dejaba caer por el polideportivo José María Cagigal. Llueve lo suficiente como para ser incómodo esperar a la intemperie. Dentro están entregando las camisetas del grupo: unas Adidas azulonas que salvo por el estampado "rock&roll" en el pecho no están nada mal. Recojo la camiseta y enseguida nos vamos a una zona exterior dentro del polideportivo que se encuentra bajo techo. Angel lo anuncia sin darle importancia: hoy tocan cuestas. Salimos después de un rato de movilización articular.
Se repite el protocolo del domingo anterior: 25' de carrera continua, más de la mitad a 5'40"/km. Está todo encharcado. Paramos sobre el asfalto que sube el Cerro Garbitas. Allí nos dividen por grupos. El grupo 0, los superhombres, harán sus series por un señor repecho de 100 metros de longitud sobre tierra que se encuentra perpendicular a la carretera, a pocos metros de ella. El resto usaremos la propia carretera: un tramo de 280 metros con menos pendiente sin duda. Me recuerda mucho mis cuestas de la Avenida de la Dehesa en Torrelodones, pero la distancia es mayor de la que yo acostumbro.
Para el grupo 3 (uno de los más populares por lo que veo) serán 4 series de 3 cuestas a ritmo de 3'/km - creo entender - y con 1'30" de descanso entre series.
La primera serie la clavo, pero se que es un espejismo. A partir de la segunda, me dejo llevar al pelotón escoba y en cada cuesta me escaqueo los últimos 30 metros. Volviendo al punto de salida, la recuperación es a ritmo nada lento pero no creo que esa sea la razón de mi pobre actuación. Más bien creo que el culpable es el recorrido de ayer.
En la primera cuesta de la tercera serie el isquiotibial me ha avisado, pero no ha ido a mayores. Al terminar las series no hay lesión, solo una respiración agónica.
Nos ha llovido durante todo el entrenamiento. Llevo puesto mi Quechua y al no traspirar creo que estoy más calado por dentro que por fuera. Aun así la verdad es que no me está resultando incómodo en ese sentido.
Antes de volver al polideportivo hacemos otros 15' de carrera continua. Los caminos están llenos de agua y hay que ir esquivando charcos. Con todo, el tramo final es penoso. Llegados al polideportivo, estiramiento triple (casi me quedo sólo hoy) e hidratación. Camino de la salida me encuentro a Angel que me confirma que los entrenamientos del domingos serán de este tipo. Esto me ayudará a no hacer el bobo los sábados.
He descubierto que con el abono anual que tengo del Retiro me puedo duchar en este polideportivo. Con días fríos como hoy, salir duchado y con ropa seca es una bendición.
Anoche no dormí bien, tenía las piernas cargadas y me desperté unas cuantas veces sin terminar de encontrar un ritmo de sueño. Así es que después de comer me he echado una siesta muy merecida.
Estoy cerca del límite. O mejora mi condición o tendré que estirar mi objetivo de tiempo.
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